Ir al contenido principal

Una conversación navideña


"—Maldita Navidad...

El anciano miraba a su alrededor, sentado como cada día en aquel apartado banco del parque. Llevaba allí ya un buen rato, sin hacer nada. Sólo pensar y lamentar. Y maldecir. Inmóvil bajo el tímido sol invernal que intentaba calentar, con sus tibios rayos, una mañana más de Diciembre.
Era aquél un sitio tranquilo que le gustaba frecuentar, para abstraerse del mundo y remover agradables recuerdos. Pero en esos días era imposible aislarse de nada. Las fiestas lo inundaban todo, incluso el descuidado parque. Gente agobiada envuelta en paquetes de regalo, niños lanzándose bolas de nieve sin cuartel,... La tranquilidad se había esfumado. Habían invadido su espacio.

—Sí, maldita sea... —gruñó, hundiendo la cara entre las manos.

Levantó la cabeza y vio a un niño de no más de 8 años, flaco, del que apenas sólo podía ver los ojos por el gorro y la bufanda que le abrigaban. Unos ojos que le miraban fijamente mientras se quitaba del hombro los restos de nieve de un bolazo acertado.

—¿Se encuentra usted bien?
—Sí, claro... ¿Cómo no? —levantó la voz, airado—. Si es Navidad...
—¿Verdad que sí? —exclamó entusiasmado el pequeño, sin percatarse del tono irónico del anciano y sentándose a su lado—. Me encanta la Navidad. Todo es felicidad. Todo es bonito. La nieve, la sonrisa de la gente,... 
—¡Alto, alto! Detente ahí. Te equivocas. Mira... —comenzó a exponer el viejo, dudando seriamente si continuar o no—. Sé que eres un crío, y que verás todo esto de otra forma; pero déjame decirte algo: la Navidad es una mentira. Lo siento, pero es así. No es más que una fachada, un auto-engaño para hacernos creer a nosotros mismos que somos felices cuando en realidad no es así. No existe tal felicidad. Todos viven amargados por las prisas y el trabajo. Y nada cambiará cuando acaben las fiestas. Otra vez a sudar sangre para ganar (quien puede) un dinero que acabará gastando, paradójicamente, en las próximas Navidades.
—Pero... pero ¿y las familias? —replicó el niño, extrañado ante lo que acababa de escuchar.
—¡Otra mentira más! No todas están unidas, y muy pocas son las que siguen estando completas. Por no hablar de los hijos o los nietos que sólo se acuerdan de ti cuando les interesa. O mejor dicho cuando les interesa a su bolsillo, claro... No, pequeño. Las familias están sobrevaloradas... Pero bueno, olvídalo. Todo esto te queda muy grande. ¡Qué sabrás tú...!

Se volvió hacia el pequeño, dándose cuenta de que aquella mirada fija y desconcertada había estado clavada en él en todo momento, mientras le escuchaba en silencio. Y había algo en ella que le decía al viejo que se estaba equivocando. Que, por algún motivo, el niño sabía que no tenía razón. Más aún: que le compadecía por ello.

—¡Jesús, nos vamos! —gritó una señora a lo lejos, mientras reunía a todos los críos que minutos antes batallaban hielo en mano.
—Debo irme, tenemos que regresar... —se excusó el chico.
—Sí, claro... Vuelve a tu mundo de felicidad. Ojalá nunca escapes de él... —murmuró el viejo, cruzando los  brazos y recostándose en el banco.
—¿Sabe? Mis compañeros y yo cantamos esta noche, en un coro. Si le apetece venir... —dijo en voz baja Jesús, entregándole un papel—. Feliz Navidad, señor.

Y se levantó, dirigiéndose al grupo que empezaba a salir ya del parque. El anciano cogió la hoja con desdén y no con poco esfuerzo leyó el anuncio escrito con letra pequeña: 


Actuación coral de los niños del Orfanato de la Calle Mayor
Miércoles 28 de Diciembre 
22:00 
Plaza de la Reina


Eso era; ahora entendía aquellos ojos. Sintió cómo algo le ahogaba por dentro, anudándole el corazón, el estómago y cada una de las palabras que le había dicho al niño hacía unos momentos. 

 Levantó la cabeza y le vio alejarse, corriendo tras sus compañeros.

—Feliz Navidad, pequeño...".


···


No a todo el mundo le gusta la Navidad, ni tiene motivos para celebrarlas. Pero eso no impide que os envíe mis mejores deseos.

Gracias por seguir entrando. ¡Felices días!


Comentarios

  1. Navidad... comparto hasta cierto punto la posición del viejo... Es una excusa, tiene mucho marketing... PERO lo que no comparto es su amargura, la misma que señalas tú.

    Quejarse del gusto, quejarse de estar solo cuando así se quiere... alejar por orgullo a la gente, no dar si quiera oportunidad... arrepentirse de todo lo dicho sin pensar, bajo impulsividad, soberbia y capricho, pero una vez que es demasiado tarde...

    Egoísmo personificado... Autocompadecerse mientras hay quienes son felices pensando que viven, cuando en realidad sobreviven... Una distribución injusta de recursos...

    Menos mal que hay siempre párvulos alrededor que nos recuerdan aquel que llevamos dentro, y al que con mayor o menor frecuencia dejamos asomar.


    A propósito de este cuento de navidad, un escritor que me gusta mucho en uno de sus libros dice:
    "Nunca dejes de sonreír, ni cuando estés triste... Nunca sabes quién se enamorará de tu sonrisa"
    Adivinas de quién se trata? (sin googlearlo?) ;P

    ResponderEliminar
  2. Parece que hay gente que por estar amargada en estas fechas tiene que amargárselas a los demás. Un cuento precioso, me ha gustado mucho. A mí tampoco me chifla la Navidad, pero todo el año tengo algún motivo para estar feliz. Feliz año!!!
    Besos!
    Quejica
    http://soyquejica.blogspot.com

    ResponderEliminar
  3. Bonito y entrañable relato, con un viejo y un niño cantor. Bien narrado Alvaro.

    Me acerco hasta tí, pera desearte un feliz AÑO 2012 y que podamos seguir leyéndonos.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. @María del Pilar:
    Totalmente de acuerdo con lo que has comentado.

    En cuanto al escritor, creo que un día me comentaste que era de García Márquez, y sé que te gusta, así que ésa sería mi apuesta. Pero puedo estar totalmente equivocado jeje.


    @Quejica:
    Yo creo que el ser humano se empeña en hacer la felicidad difícil. Con lo complicada que ya es de por sí la vida...
    Y efectivamente, lo que me gusta de la Navidad es que sé que hace feliz a cierta proporción de la sociedad. Y eso ya es algo :)


    @Laura:
    El viejo y el niño cantor... Se me ocurren muchas ideas, al leerlo así. Gracias :D


    Un millón de gracias por los comentarios y feliz año nuevo a todos :)

    Álvaro F.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Retos a la carta (II): En 20x10 palabras

¿Recordáis a Jorge ? Sí, el mismo que me retó en su día a escribir sobre una estantería . Pues ha vuelto a las andadas. Y esta vez no viene solo... En esta ocasión la prueba consiste en escribir un relato que incluya palabras aportadas por nuestros compañeros del trabajo . Tenía que intentar, por supuesto, que el texto tuviese sentido, sin usar frases forzadas. Es decir, que las palabras se amoldasen al relato, no al revés. Como me gustó la idea nos pusimos a preguntar y recopilamos 20 términos . Y hay de todo, desde vocablos normales y típicos ( "hija" o "coche") hasta una excentricidad que nadie había oído antes: "almadraba" (muchas gracias, Víctor...). El repertorio final, ordenado alfabéticamente, es el siguiente: almadraba  armario  caca  coche  cojinete  comisura  fresa  hija  limón  martillo melocotón  mimosa  mochila  patata  pipeta  primavera  probeta  puta  rayas  tejón Una vez obte

Historias que contar

"El inspector frunció el ceño mientras volvía a bajar la sábana, tapando con cuidado el rostro desfigurado del joven. La caída había sido breve, pero mortal de necesidad desde un séptimo piso. Y para Linares la cosa estaba clara: un pequeño salto y adiós a las deudas, el paro y la madre que los parió a todos. Se levantó y vio a su alrededor a los dos agentes que empezaban a inspeccionar el lugar antes de subir a la vivienda del ahora cadáver: Roberto Pedregal Cortés. Toledano, de 29 años. Casado y sin antecedentes. También observó resignado la multitud que se agolpaba ya en torno al cordón policial, murmurando y especulando a voces. Morboso y ávido de sangre, como siempre había sido el populacho en la humanidad. Destacaba sin embargo, entre tanto revuelo, un pequeño pero fuerte hombre de sombrero calado y hombros anchos. Llevaba en la boca un cigarro a medias y entre sus toscas manos una pequeña libreta donde anotaba sin parar con un lápiz. Fue esto último lo que más inqu

Sobre mi amiga la gripe

Ay, la amistad... Tan valorada por algunos y tan menospreciada por otros. Hay gente que incluso se jacta de no tener amigos... pero mienten. Todos tenemos amigos, en mayor o menor medida. Muchos los quieren sólo para tomarse unas copas; otros para derrumbarse en su hombro y alguno incluso para sentirse durante unos momentos superior a otra persona. Mas haberlos, haylos. Pero hoy no quería hablar de eso, de la típica " clasificación de amigos ". Quería presentaros a mi nueva amiga: ¡la gripe! Sí, lo sé. Diréis que no me conviene, que no es de fiar; pero creerme que son todo habladurías. Yo mismo renegaba de ella hasta que me puse a pensar y vi que su amistad, en realidad, no me daba más que ventajas... Por un lado ya no tienes que buscar excusas para vaguear y pasarte el día tirado en la cama . Cuando estás con ella no sólo no te miran mal si lo haces, ¡sino que te lo recomiendan encarecidamente! Que sí, que no puedes hacer cosas que podrías hacer con otra "amiga