Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2012

Vacaciones Santillana

"—Se nos olvida algo... Estoy segura —sentenció Dolores meneando la cabeza. —No empecemos, Loli, ¡por favor te lo pido! —rogó su marido encorvado sobre el volante—. ¡Si ni siquiera hemos salido de la ciudad! —Pero falta algo, ¡seguro! Y me desespera no saber el qué... Déjame repasarlo todo otra vez: persianas cerradas, luces apagadas,... La escena se repetía un verano más en el pequeño utilitario de los Santillana. Habían salido muy temprano, en un vano intento de evitar el colapso de la autopista. Pero Jacinto sabía que eso era imposible; que a esas horas todo el mundo trataba de salir en dirección a la costa. Como ellos. Cinco horas de asfixiante viaje en aquel diminuto coche lleno de maletas. Y de niños: —Papá, tengo sed. —Pues bebe, hijo. —Pero es que está caliente. —Pues es lo que hay. —Pero yo no quiero agua caliente. —Ni yo aguantarte todo el viaje, Lucas. Así que o lo bebes o te callas o paro el coche y te tiro de cabeza al río más cercano para

Historias que contar

"El inspector frunció el ceño mientras volvía a bajar la sábana, tapando con cuidado el rostro desfigurado del joven. La caída había sido breve, pero mortal de necesidad desde un séptimo piso. Y para Linares la cosa estaba clara: un pequeño salto y adiós a las deudas, el paro y la madre que los parió a todos. Se levantó y vio a su alrededor a los dos agentes que empezaban a inspeccionar el lugar antes de subir a la vivienda del ahora cadáver: Roberto Pedregal Cortés. Toledano, de 29 años. Casado y sin antecedentes. También observó resignado la multitud que se agolpaba ya en torno al cordón policial, murmurando y especulando a voces. Morboso y ávido de sangre, como siempre había sido el populacho en la humanidad. Destacaba sin embargo, entre tanto revuelo, un pequeño pero fuerte hombre de sombrero calado y hombros anchos. Llevaba en la boca un cigarro a medias y entre sus toscas manos una pequeña libreta donde anotaba sin parar con un lápiz. Fue esto último lo que más inqu

Sonidos de Cohntinua: Los Nuevos Moradores

Inauguro, por fin, el cajón de "Melodías"  con algo procedente de otro de mis blogs: Cohntinua . Hace un tiempo, mientras escribía el primer capítulo de las peripecias de los Sóntur en Cohntinua, me propuse acompañar cada episodio con una "canción", una pista que evocase un poco lo que se acababa de leer. Melodías simples (quizás demasiado, debido a mi pequeña capacidad de composición) que conformasen, al final del viaje, una verdadera banda sonora de la historia y del blog. Es por tanto el momento de empezar ese viaje sonoro, con las melodías introductorias (identificadas más abajo) procedentes del primer capítulo: "Los Nuevos Moradores" .  Que lo disfruten, que sean capaces de perdonar la mala calidad del sonido (y las posibles notas plagiadas, y la simpleza del todo...) y que con cada capítulo pueda traeros más: 00:00 - 00:20 — Cohntinua 00:20 - 00:40 — Lar Sóntur 00:40 - 01:00 — Lar Yared 01:00 - 01

Fin del trayecto

Se había fijado en él incluso antes de que se sentara a su lado. Su corriente aspecto y su serena actitud le habían llamado la atención desde el momento en que le vio subir al autobús. Carraspeó nerviosa y guardó el periódico del día, en el que volvían a hablar de aquellos extraños asesinatos; dos conductores del transporte urbano muertos en el último mes. —Menudo tráfico hay hoy, ¿eh? —dijo al fin, nerviosa, tras varios minutos—. Son todo frenazos y acelerones... —Sí, el típico viaje en autobús... Y tampoco la pericia del conductor ayuda mucho, la verdad —replicó el extraño muchacho con cierto desprecio, tras permanecer callado durante unos segundos sorprendido de que la chica le dirigiera la palabra—. Éste es además uno de los peores... —Jaja, ¿acaso conoces a todos los conductores de Granada? —Podría ser. Si no a todos a la gran mayoría. Y pocos se salvan... La chica le vio hundirse en el abrigo, volviendo a sus propios pensamientos. Ella asintió con la cabeza, dando

Paseando a Miss Daisy

El 5 de Enero de este apocalíptico año 2012 tenía lugar la siguiente "conversación" en Twitter: @AlvFdezFdez Tienes que escribir sobre eso, y lo sabes :P — Bea Lara (@LilMuse92) enero 5, 2012 ¡Vamos con ello! ··· "—¿Por qué me tiene que estar pasando esto a mí? —se preguntaba en voz baja, apretando los dientes—. ¿Por qué hoy? Carolina destacaba por la calle. Todo el mundo la seguía con la mirada o se detenía en seco abriendo bien los ojos. Y eso era justo lo que ella pretendía cuando salió de casa aquella mañana; que la gente la contemplase boquiabierta. Pero, desgraciadamente para ella, no lo hacían por su dorada melena ni su maquillaje perfecto. Ni siquiera por el costoso vestido que había comprado para la boda de su hermano Roberto. Todos la miraban; a ella... y a su acompañante. —Bonito cerdo, señorita —le dijo un agradable anciano al detenerse en un semáforo, sin ningún tipo de maldad. —No es cerdo, es cerda —respondió molesta, harta de s

Sobre el (no) Nobel de Tolkien

Antes de empezar tengo que aclarar que este artículo, al ser de opinión, no será del todo objetivo. Y no importa. Porque para eso es "de opinión", y porque me basaré en mi propio punto de vista para abrir el debate. Empecemos lanzando la pregunta. Sin más: ¿Por qué J. R. R. Tolkien no ganó nunca el Premio Nobel de Literatura? Efectivamente, vamos a hablar del maestro John Ronald Reuel, creador de  "El Señor de los Anillos"  y de todo el universo que hay detrás de esta obra (por si me está leyendo algún marciano que no lo sepa). Es ésta una cuestión que me he preguntado durante mucho tiempo, casi desde que lo leí por primera vez hace ya más de 10 años, cuando cada tomo costaba ¡1400 pesetas!. Y me la vuelvo a plantear ahora una vez más, coincidiendo con la noticia publicada en The Guardian  en la que se filtra que la candidatura de Tolkien  (presentada por C. S. Lewis, creador de "Las Crónicas de Narnia" y gran amigo suyo) fue rechazada en 196

Última

"Se asomó desde su escondite, con precaución; poniendo toda la atención posible a sus sentidos y procesando cuanta información le llegaba. Era un acto rutinario, instintivo; como todo su comportamiento. Cuando interpretó que no había ningún peligro cercano salió por fin al exterior. Subió rápidamente por un montículo de arena hasta llegar a lo más alto, donde pudo al fin notar la presencia del Sol. Eran pocos los rayos que conseguían colarse entre aquella capa eterna de partículas en suspensión, pero a ella no le importaba. Siempre se había sentido más cómoda moviéndose entre la oscuridad. Y más aún para buscar comida, ahora que escaseaba. Ya no se acordaba de cómo era el mundo de antes. Incluso se había olvidado de aquella terrible sacudida que hizo crujir la tierra y arder el aire, arrasando todo y a todos a su paso. Ella sólo era capaz de vivir el día a día, que ya era bastante teniendo en cuenta lo difícil que era sobrevivir. Sobrevivir... Se detuvo de nuevo y