Lo que son las cosas. Escribí este texto hace ya 5 años, en 2014, pero nunca me decidí a publicarlo y quedó en el cajón. He vuelto a leerlo ahora, tras una conversación entre amigos, y me he dado cuenta de que sigue estando vigente pese al paso de los años. Como si lo hubiera escrito hoy, desde cero. Hora de darle al botón de publicar, parece. Todo empieza cuando aún eres un crío. Sin nada que impida imaginarte flotando en el espacio o en un campo de fútbol de primer nivel. O desenterrando huesos de dinosaurios fabulosos en pleno desierto, como me solía ocurrir. La cuestión es que uno se ilusiona temprano, porque es fácil y se es inocente . Después de unos años (casi) todos volvemos a la realidad, y nos empezamos a conformar con sueños un poco más modestos. Nunca llegamos a perder la esperanza del todo, claro; pero durante la adolescencia nuestras pretensiones se vuelven algo menores. Pasas el tiempo, por ejemplo, pensando en ese concierto que darás, dando a conocer...
Y nosotros que nos las prometíamos felices… Lo escuchabas por todas partes, tanto en tu entorno como en los medios de comunicación. Éramos la generación más preparada, y la que iba a disfrutar de una mayor felicidad. Heredando un mundo cada vez mejor donde los avances tecnológicos y sociales estaban a la orden del día. Y sin embargo aquí estamos. Aceptando que, en general, viviremos peor que nuestros padres, sin saber qué pasará con nuestros hijos. Aquí estamos, digo, en plena crisis existencial ; la peor de las crisis. Un retroceso global que se puede diseccionar en un montón de pequeñas crisis. Como la obvia, la primera en la que pensamos al oír el término en sí: la económica . El mundo aún intenta recuperarse a duras penas de la Gran Recesión de 2008, y los que sufrimos somos los de siempre. Lejos de aprovechar ese punto de inflexión para aprender de errores y corregir defectos, la riqueza está más polarizada que nunca . Vamos, que los que ya se enriquecían antes lo...